martes, 1 de julio de 2008

Muerto en vida


Hola de nuevo amigos/as. Diecisiete días han pasado desde mi última fugaz aparición por estos lares. Días que han estado cargados de obligaciones, exámenes, apuntes y un poquito de incertidumbre e incomprensión, para no variar. Días que me han hecho rehuir y "olvidarme" hasta de mi pequeño rinconcito de soledad y libertad. A modo de fugitivo he estado deambulando una vez más entre madrugadas de insomnio, noches de reflexiones y días con pequeñas dosis de esclavitud en mi espíritu.


El motivo de mi vuelta no ha sido otro que un hecho que me ha traído numerosos quebraderos de cabeza durante todo este tiempo que he desaparecido. Quizás porque aprecio a la persona relacionada con este pequeño incidente. Quizás porque lo que me dijo era una verdad como un templo. Quizás ambas cosas, o quizás ninguna de las dos. No es la primera vez que digo que he llegado hasta tal punto que no logro distinguir una cosa de la otra, todo se ha vuelto borroso para mis ojos.


"Muerto en vida". Buen título, peor asunto. Esas fueron las palabras que me dirigió una persona tras leer la penúltima entrada de mi blog, en la que hablaba sobre esa chica que nada más imaginármela me hace suspirar y que ni siquiera en sueños puedo recordarla. Lo que sí es extraño cuanto menos es que esa era su segunda valoración sobre lo que había leído. Me explico: nada más leer la entrada, me había agasajado sin parar y no había escatimado en elogios hacia mi última "obra". Horas más tarde, me dice que había estado reflexionando sobre lo que había escrito y me dedica estas palabras que solo causaron impresión y cierto dolor en mí. La oscuridad y el nerviosismo se apoderaron de mí, me hicieron preso y me llevaron a lugares inhóspitos en los que de mis "dedos" sólo salían palabras de odio y rabia. Cosas que no debería haber dicho.


En ese momento pensé en millones de cosas que podría hacer para maldecir al mundo y a la vida. Encerrarme en mi universo como siempre suelo hacer. Acostarme en la cama, apagar la luz y "hasta mañana señores". Pero no, no hice eso. En lugar de actuar como un derrotado, actué como un luchador y un guerrero que, más que nadie, quiere salir de esto cuanto antes. Me dediqué a tratar de reencontrarme conmigo mismo. Aquel que dejé atrás. Se me olvidó dejar las migajas de pan en el camino por si algún día hube de volver. Este es el día y tengo que volver sobre mis pasos sin saber en qué punto estoy. "Nobody said it was easy" (gracias Coldplay). Aunque no lo crean, todo estos días atrás le he dedicado un poco de mi tiempo a esas tres palabras. "Muerto en vida".


Y no solamente eso, la conclusión que esa persona sacó de mis palabras fue que yo nada más quería conseguir a una chica que me hiciera de paracaídas, una chica que me tendiera la mano para levantarme en mis continuas caídas y que me pusiera el hombro para llorar. Un interesado, hablando en plata. Sin duda esa no era la intención de mis esperanzadores tecleos. El único fin que perseguía era entregarme en vida a alguien que posiblemente no exista, de forma desinteresada. Lo único que la gente espera en estos casos es que le correspondan. ¿Dónde está el interés? ¿No será, por casualidad, que esa persona ha opinado sin haber sentido en sus propias carnes lo que dicen mis párrafos? Como yo no hablo sin saber, esa persona sabrá. No soy rencoroso.


En todos estos días he llegado a pasar de una cobarde rendición a una valiente resurrección. He llegado a buscar imágenes con un cartelito de "cerrado por vacaciones" en la que sería mi última entrada, legando mis ratos de libertad a una libreta y a un bolígrafo a los que tarde o temprano se les gastarían las hojas o la tinta. Pero no, no quiero que esto acabe tan pronto. Seguiré escribiendo mientras le queden teclas a mi lápiz informático y mientras me queden motivos para hacerlo. "Resucita matando", me dijo. Yo he optado por resucitar escribiendo.


De ahora en adelante tengo un largo verano para dedicarme a mí mismo en el que trataré que mi única preocupación sea tener el suficiente dinero en la cartera para pagar una guagua que me regale unas cuantas puestas de sol, el sonido de la brisa moviendo mis folios y las cálidas caricias de la arena en mi cuerpo. Puestas de sol cuyo resplandor no dejen en mí un triste sabor a que el día se acaba, sino una alegría porque ya queda menos para que empiece otro nuevo. Allí estaré yo. Volviendo sobre mis pasos.

domingo, 15 de junio de 2008

Yo tengo la solución, eso es lo mejor


"Guíame mi señora, allá dónde está mi "yo" de verdad, aquel que dejé atrás y que ahora no logro recuperar, sólo contigo podré conseguirlo..."

jueves, 12 de junio de 2008

Tú: mi destino.


12 horas. Tras dar interminables vueltas en la cama, la tregua del sueño se acaba. Los párpados parece que no quieren dejar de abrazar a mis ojos y me cuesta separarlos. Una pareja que se dispersa hacia lugares lejanos. Pero el amor siempre mueve montañas. Tendrán que conformarse con tímidos besos durante el día. Si fuera por ellos, estarían siempre juntos. Pero no. Hay que abrir los ojos y darle la bienvenida a un día más. Curioso pero lo primero que se me ha venido a la cabeza ha sido escribir algo nuevo, regalarles nuevas líneas, desahogarme.
Aprovechando la coyuntura del último párrafo de mi último escarceo por estos lares, hace un tiempo me topé con una canción que me dijo muchas cosas desde la primera vez que la oí. Me la descubrió un amigo. No es, ni mucho menos, un éxito de ventas ni está en la lista de los 40 principales. Se trata de un tema de cantautor y cuyo objetivo es similar al mío: plasmar el punto de vista que tenemos sobre nuestra vida, con grandes dosis de humildad y ganas de triunfar. Dos formas diferentes de expresar lo que sentimos. Un mismo objetivo.
Pues bien, esta canción va, como dice él al principio: "de lo irreal que se vuelve todo cuando lo dejas con una persona con la que llevas muchos años juntos". Sin embargo, yo no me quedo con esta interpretación y le doy la mía propia. Lo que la canción me quiso decir desde un primer momento fue la desorientación que sufro ahora mismo, tratando de buscar mi sitio. La búsqueda de alguien que me sirva de paracaídas. Alguien que me devuelva la razón, la calma y la ilusión por vivir.
Me gustaría saber dónde está esa persona ahora mismo. Existe un gran vacío ahora mismo en mi interior que no logro llenar con nada en este último año. Ni siquiera con muchas cosas juntas. El universo se ha hospedado en mi estómago. Pero en ese universo no hay estrellas, planetas ni cometas. Está inundado de agujeros negros entre los que me pierdo sin ver la luz al final del túnel. La luz celestial que toda persona quiere alcanzar para luego guardarla en una botella y contemplarla en los ratos de soledad. Yo perdí el mapa secreto que descubría dónde estaba esa luz y, en un acto de desesperación perdí mi botella más preciada, perdí la pequeña luz que iluminaba el espacio de mi cama cuando todo estaba oscuro.
Sólo quiero encontrarte. O que tú me encuentres a mí. O que nos encontremos los dos, de repente y sin saberlo. Preguntarnos a nosotros mismos que quién será esa persona con la que nunca nos hemos cruzado y que ahora se ha convertido en una gota de agua en un desierto y no podemos dejarla caer para que desaparezca entre los millones de granos de arena. Desde el momento en que nuestros ojos se cruzen en una mirada inocente, sabré que eres tú. Ahí todo se acabará y comenzará al mismo tiempo. Tendré el camino que no he tenido desde hace ya mucho tiempo. No dejo de pensar en tí y, cuando más viva se convierte esa imaginación, me haces suspirar. En ese suspiro se alejan mis males y se abre más hueco para la esperanza.
Quiero compartir mi vida contigo. Un simple helado paseando por Triana. Una simple tarde en la cama, sin mediar palabra, solo contemplándonos y dejando que nuestros polos opuestos se acerquen por sí solos. Besarnos hasta fundirnos en uno. Hacer la más impensable de las locuras que solo se hacen por amor. Contigo se me aceleraría el reloj y no dudaría en aprovechar cada momento como si fuera el último. Guardaría cada sonrisa tuya en mi estantería fotográfica para así saber que puedo hacer feliz a alguien, y que alguien puede hacerme feliz a mí.
Anhelo el día en el que deje de hablar en tiempos condicionales, en formas verbales cuya naturaleza irradia virtualidad e irrealidad, deseo. Deseo con todas mis fuerzas que llegue el día en el que hable en presente y sólo en presente. El tuyo y el mío. Pero con la certeza de que el futuro ya está hecho para nosotros. Sin embargo, para conocerte primero tendré que olvidarte pues, mientras más desee tu llegada, mas retrasaré el embarque en un tren nuevo para mí y cuyo destino me da igual. Me lleva a tí.
Bueno, para terminar les dejo el link de la canción, no se permitan dejar de escucharla aunque sea una vez: Marwan - Mi Paracaídas http://www.youtube.com/watch?v=XjQ7YWnp_vA
Gracias Marwan.
"Lo único que me duele de morir es que no sea de amor" Gabriel García Márquez.

martes, 10 de junio de 2008

Mi holocausto


Aquí me tienen de nuevo. Tras varios días de una inevitable desaparición, he de confesar que sí, he vuelto a pecar. He vuelto a sacrificar horas del tan preciado sueño en estas fechas para volver a mi rincón, para volver a mi pequeño haz de luz que por las noches me sirve de cobijo y de libertad. Hoy recurro a maestros de la música como Phil Collins o Eric Clapton, entre otros, para guiarme a través de un nuevo sendero, esta vez más pesimista que nunca. De lejos viene una ligera brisa fresca a modo de tregua tras el húmedo y caluroso día que ha hecho. De fondo, a pesar de la música, los últimos coches rezagados vuelven a casa; otros salen para empezar su turno. Una jornada que empieza y termina al mismo tiempo. Para mí termina la jornada de una persona normal y corriente; a su vez, comienza a desprenderse de mi cuerpo el verdadero "yo".
Hace ya mucho tiempo que me planteo seriamente un tema que me ronda la cabeza sin cesar, unos cuervos que revolotean ansiosos de carnaza por los cielos de mi esperanza y cuyo graznido no me deja oir la voz de un más allá prometedor que, sin duda, estará más cerca de lo que pienso. Sin embargo, he llegado a tal grado desesperación que ya no se discernir entre lo que está cerca y lo que está lejos, simplemente, porque no sé dónde estoy. Estos cuervos, no sé cómo, pero cada vez son más.
Hoy quiero hacer mención a una cuestión bastante normal entre las personas que todavía están buscando su huequito en esta vida y sentirse vivos. ¿Nunca se han sentido como si su curso vital hubiera perdido totalmente el rumbo? Es duro sentirse así. Es tremendamente inhumano que un sentimiento como tal pueda apoderarse del cuerpo y la mente de una persona para calcinar todo rastro de vida en su interior. Una llamarada que te va comiendo poco a poco, sin darte siquiera cuenta. Para cuando eres consciente de ésto, ya toda tu vida ha sido deforestada. Ni un sólo árbol en pie. No sólo has perdido el rumbo, también te has olvidado tu punto de partida. No sabes qué hacer. Te desesperas, te resignas y acabas resguardándote entre el tímido abrazo de las teclas del teclado de tu ordenador. Lo único que ves claro es el brillo del ordenador y porque lo tienes delante de los ojos.
¿No han sentido en sus propias carnes el mareante girar de las agujas de su brújula personal? Hoy bien. Mañana no tanto. Pasado peor. Cansado de palo tras palo, de repente te llega un atisbo de alivio. Una especie de Mesías que no es más que otro lobo con piel de cordero. Te hundes si cabe aún más. Sin embargo, los seres humanos somos tan optimistas, o masoquistas según como se mire, que por muy mal que nos vaya siempre tratamos de buscar el lado bueno a todo. Una esperanza que alomejor no fructifica tras más de un año de tanto sembrar y lo único que salen son malas cosechas motivadas por una mala elección de las semillas; o se producen inundaciones repentinas por el inevitable derrumbe que sufro a veces en el abrigo de mi cama; o, directamente, no hay semillas para comprar.
Como dijo el profesor de universidad estadounidense Randy Pausch en su última clase tras conocer de mano de sus médicos que estaba enfermo de cáncer terminal, "ocúpate de vivir de forma adecuada y los sueños vendrán a ti por sí solos", es lo que intento cada día nada más levantarme. Intento que cada día de mi vida se convierta en diferente, en único. Lo intento con todas mis ansias pero me falta lo esencial: una ilusión por la que vivir. En esta época que he vivido en la que ha habido bastantes desengaños por parte de gente que pensé que siempre estarían ahí, me he olvidado por completo de lo que era la vida, he perdido mi identidad y sólo soy una vulgar sombra de lo que me caracterizaba años atrás. Cuando yo creía que todo empezaba a ir bien, terminó por ser un punto irreversible del que no puedo salir.
No sé qué hacer. Me debato entre la cobardía de la rendición y la valentía de la lucha. Entre la retirada o el refuerzo de mis soldados. Me haces falta tú pero no sé ni quíen eres; no sé ni siquiera si existes, si respiras mi mismo aire o, por contra, me haces suspirar. Sigo esperando ese día en el que aparezcas y hagas desaparecer todos mis miedos e incertidumbres. Sacar lo mejor de mí. Sé que todavía puedo reencontrarme y que no todo está perdido. Sé que contigo es posible. Sólo tienes que marcarme un punto cardinal y hacia allá partiré. Masoquista que soy.

jueves, 5 de junio de 2008

Senderos desde el sueño de la inocencia


Calle céntrica 1º de mayo. Son las 20 h según el reloj de mi móvil. Me encuentro sentado en una especie de bordillo que sobresale de una gran cristalera que sirve de escaparate a una correduría de seguros. Ante mí un batallón de coches y motos que centran todas sus ansias en la búsqueda de refugio en sus hogares, desbocados, hambrientos. Frente a mí, el enorme edificio de Correos, que sirve de sucursal general de la ciudad de Las Palmas y en cuyo interior se encuentra mi madre cumpliendo con su deber laboral. Me dispongo a abrir mi chocolatina favorita que minutos antes había comprado en la calle Tomás Morales. La oscuridad se cierne sobre mí mientras espero a que mi padre llegue de su trabajo de por las tardes, y a mi hermano, que viene de casa de mi abuela en guagua. Un día, en líneas generales, tranquilo.
Todo cambió en cuestión de segundos. Lo que iba a ser un día aparentemente bueno se transformó de una forma tan rápida como lo que tarda en encenderse una bombilla tras apretar el interruptor, como lo que tardaría en enamorarme de ti. De un momento a otro me vi envuelto en una situación que ojalá no hubiera presenciado. A mi derecha, a unos cinco metros, veo a una pareja de unos 40 años cada uno, aparentemente conversando y disfrutando de la belleza de una tarde que sólo un ser superior sería capaz de regalarnos en bandeja de plata. Los miro con una envidia sana con la que solamente alguien que ha conocido lo que es el amor puede mirar.
Mi sorpresa viene al poco rato de quedarme embobado de mirarlos. El marido comienza a dar cabeceos de un lado a otro, en señal de derrota. A eso le siguen aspavientos con las manos. Pronuncia algo pero no soy capaz de leer sus labios ¿quizás fue mejor no enterarme? No lo sé. Tras esto, caras de tristeza y resignación. Ella parece que, la leve brisa que el movimiento de los coches provoca, le arranca de sus ojos marrones una lágrima tras otra. Sus trayectorias se separan. Él camina dirección a la Plaza de Colón; ella, con dirección a Paseo de Chil.
Definitivamente sus caminos se separan. Una historia más de la vida cotidiana. Las personas se unen y se separan continuamente. Es ley de vida. Sin embargo, ahora que recuerdo, había una tercera personita en esta normal pero triste historia. A medida que se separaban sus caminos cual cambio de agujas de ferrocarril, la madre empujaba algo con sus brazos con algo de desgana por el enorme peso con el que cargaba en ese momento: su alma. En efecto, era un carrito de bebé. La criatura no tenía más de un año. En esos momentos su única preocupación era su chupete. En sus ojos solo se veía la inocencia del mal trago que habría pasado si su edad hubiera sido otra. En mis mejillas se establece una carrera entre las lágrimas de ambos ojos para ver cual es la primera que acaricia mis labios y me sazona el gusto para dejar en el olvido la amargura de esta ruptura. Hasta ahora no he podido quitarme de la cabeza esa imagen, de su cara, de la tímida sonrisa que esbozaba al mirarme...
A veces, es inevitable que los caminos de dos personas se desvíen en sentidos y direcciones distintos. Sin embargo, todo cambia cuando hay hijos de por medio, cuando las irresponsabilidades de los padres inciden de forma negativa en la libertad y en la pobre inocencia de un niño indefenso ante el mundo. A lo mejor es preferible así, dejar que la vida siga su curso, que los ríos se desboquen y causen inundaciones hasta en las ciudades más desarrolladas, que los volcanes demuestren todo su poderío ante la impasibilidad de los seres humanos. A lo mejor no, quizás hubiera sido una mejor opción el aunar los esfuerzos y poner cada uno su granito de arena por el bien del niño. Pero no es el caso, alguno de los dos, o los dos, prefieren sacar la mejor versión de su orgullo para la ocasión. No sé adónde queremos ir a parar.
Cuántos caminos se habrán separado del mío, cuántas veces me veré obligado a caminar sin compañía por senderos desconocidos, oscuros, angostos y peligrosos. Y las que me quedan. Por el contrario, sé que esos caminos por los que a nadie le gusta caminar algún día se volverán en inolvidables paseos, los caminos se volverán más anchos, en los que quepa más gente. Un camino en el que confluyan todos mis sueños. Un camino para dar cabida a todas mis ilusiones. Y la primera es seguir escribiendo.
¡Ah! Adivinen quién de los dos fue la única persona que se dio la vuelta para ver cómo se escapaba su pasado, presente y, ¿futuro?

¿Hacia dónde...?


Aquí he vuelto, alrededor de tres horas después de mi primera experiencia en este blog, con una mezcla entre embriaguez y éxtasis gracias al éxito que he provocado entre las personas más allegadas a mí tras leer mi debut en ésto a lo que yo considero mi vía de escape. Sin embargo, aparte de esto, el principal motivo por el que he vuelto en tan poco espacio de tiempo ha sido las ganas de escribir de nuevo.
Estaba estudiando en la biblioteca para los dos examenes orales de mañana de Ruso (como no) y, a mi vera, un portátil que me servía de compañía. Un portátil cuyas teclas parecían que me incitaban a su contacto, a seguir expresando demasiadas cosas que llevo dentro pero que nunca antes me había decidido a plasmar. No sé, pero los cuatro o cinco párrafos de antes me han bastado para engancharme a esto de jugar a transmitir cosas a las personas, a tratar de decir algo y escudarme en lo que pienso para poder guiar a alguien o, simplemente, que esa persona lea cada línea de mi discurso y se sienta identificada y, con ello, acompañada.
Como ya saben, una imagen vale más que mil palabras. Primero que nada, ¿qué les transmite esa imagen? Al menos yo, llevo ya un tiempo queriendo coger cualquier medio de transporte, sea cual sea, y perderme a ver mundo. Sin teléfono móvil, sin Internet pero, sobre todo, sin preocupaciones. Solamente me bastaría una mochila y, si pudiera ser, una compañía Me gustaría esfumarme de esta diminuta isla y de cuya rutina ya me he cansado. Hasta las cosas que hago para, supuestamente, escapar de dicha rutina se han contagiado a una velocidad pasmosa de este veneno. Siento que mi querida tierra se me queda pequeña. Mis ansias de aprender culturas nuevas son más grandes e intensas que nunca, nutrirme de otras mentalidades, beber del agua de otras fuentes.
Me gustaría coger una guagua y y desaparecer entre los interminables parajes de la vieja Europa, otorgándole al chófer y a las ruedas del vehículo las llaves de mi destino. Allá donde me lleve el viento. Una guagua en la que no exista un trayecto prefijado ni mucho mucho menos una parada final. Me gustaría dormirme en esa guagua desde mi punto de partida y despertar viendo como el sol hace acto de presencia con su majestuosa luz, apareciendo entre las montañas de cualquier otro país.
Después de mi viaje, me gustaría coger un mapa y señalar, no los lugares que he visitado, sino los lugares en los que he dejado mi huella en alguna persona para así saber que sigo vivo y que mi filosofía de vida no es rara, sino diferente e inédita. Para poder constatar que no hago el ridículo entre las personas que me rodean (no todas, por supuesto), intentando mantener mis ideales sin caer en la hipocresía y falsedad a las que es propensa esta sociedad. Como dijo un buen amigo mío: "Seguiré en el campo de batalla, con mi lucha particular, sin desistir ni un solo segundo".
Pues es así amigos, me da que de momento tendré que conformarme con este medio de transporte electrónico que, en pocas horas, se ha convertido en una nueva ilusión para mí. ¿Próxima parada? Quién sabe...¿Roma? ¿Moscú?

Давай давай!

Pues nada, me "estreno" con un tema que es una constante en estas fechas para los estudiantes y para los que se hacen llamar como tal. Por todos es sabido que la expresión que aparece en la foto es la más recurrida entre los jóvenes que, aunque sean pocos, han decidido presentarse a las pruebas de cuyas asignaturas han pagado ya sea por papá y por mamá o, en su defecto, gracias a las becas. Por tanto, ahora toca rentabilizar este dinero y aprobar dichas asignaturas. Sarcasmos a un lado, es tema lo dejaremos para otro momento. Las cantidades excesivas de píxels podrían ennegrecer la pantalla.

Como podrán saber por mi perfil, soy estudiante de segundo curso de la Lincenciatura de Traducción e Interpretación de mi querida Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Estudio Español (sí, han leído bien), Inglés y Ruso (sí, también han leído bien).

El motivo de esta primera entrada, a modo de cutre debut, es que acabo de salir de un exámen de gramática rusa. Si a eso le unimos que en tres días he dormido cuatro horas pues tenemos el resultado: estas tristes y enfadadas líneas que no sé ni cómo me he atrevido a escribir. La verdad es que cuesta ser alguien en esta vida. Aquí un servidor tiene por menester labrarse un futuro digno del trabajo realizado desde primaria, llevado a cabo siempre con mucho tesón y constancia: dos de mis virtudes que más aprecio. Y ustedes dirán, ¿a qué viene ésto? Pues que no es la primera vez que personas con poco dinero, pero con una ilusión en la vida, caen en el olvido y sus esfuerzos caen en balde por una sociedad que, lejos de ir hacia el progresismo, cae cada vez más en la mediocridad y la mezquindad. Por desgracia, es cada vez más común darle un enorme prestigio a cosas del que, en otros tiempos, no habrían gozado.

Voy a dejarme de críticas y despedir mi primera entrada con un final que espero que sea feliz: nunca dejaré de luchar para conseguir mis metas por muchos obstáculos que se me pongan por delante. Me las ingeniaré para sortearlos y poder conseguir lo que toda persona ansía en ese pasaje al que llamamos vida. Ser feliz. Por muy oscuros que puedan resultar a veces mis días, siempré trataré de buscar el mínimo haz de luz en ella. Ahí estaré yo. ¿Te vienes?