En efecto, allí estábamos tú y yo disfrutando de una tarde veraniega; de un paseo vespertino que, ante todo, fue fruto de la improvisación. Ese fue mi primer recuerdo. Por arte de magia el destino nos había puesto allí a su antojo. Un acto espontáneo que unió a dos jóvenes adolescentes en un momento que no podía ser más idóneo. El lugar, inimaginable. El sol caía tímidamente y se dejaba abrazar por la suave brisa del mar, fundiéndose ambos cuerpos en una macedonia meteorológica digna de ser disfrutada en todo su esplendor.
La temperatura invitaba a andar descalzos por la arena sin miedo a nada. Los pies se sentían más jóvenes y mas vivos que nunca. Las huellas iban dejando un rastro que quizá nunca más volveríamos a trazar. Pero el pasado daba igual ante un momento tan perfecto. Lo más inmediato en que pensábamos era en pisar de nuevo la arena para cerciorarnos de que todavía estábamos en el mundo terrenal. Uno de esos momentos en los que las personas dan gracias por su existencia. O, al menos, deberían. Y eso hago. Doy gracias por tan preciado tesoro.
Mientras tanto, las olas deslizándose por la húmeda arena componían una partitura que nos regalaba los oídos. Una partitura que ni el mejor de los virtuosos de cualquier instrumento de cuerda, viento o percusión sería capaz de diseñar. Y a medida que esta musiquilla se hacía hueco entre nuestras miradas petrificadas, yo coqueteaba con conquistar tu mano casi sin que te dieras cuenta. De repente, nos damos cuenta de que las gaviotas revoloteaban a escasos metros de nosotros como si la magia que reinaba en la atmósfera las atrajera para formar parte de nuestro esporádico escarceo. Testigos de lujo.
¿Por qué -me pregunté yo- el destino me había obsequiado con lo que siempre había soñado? Seguro que esta era la recompensa tras incontables desavenencias con la vida a lo largo de los años y ya nos tocaba sentirme vivo. Sentirme vivo. En ese momento y sin decirlo, nuestras tímidas sonrisas irradiaban plenitud y paz.
¿Qué es un grano de arena en medio de un desierto? O mejor dicho, ¿quién se percata de la existencia de algo tan ínfimo dentro de un mundo en el que aún no se han puesto límites? Al parecer, tú lo has hecho. Has sabido escuchar un secreto a voces. Has sabido verme de entre miles de millones de pequeñas partículas iguales molecularmente, pero tan diferentes unas de otras sobre todo por el brillo que desprenden y con el que podrían llegar a encandilar a un ciego.
Tú y yo, en el momento justo. En medio de un paraíso.
http://www.youtube.com/watch?v=DfZqXLnBYb4
La temperatura invitaba a andar descalzos por la arena sin miedo a nada. Los pies se sentían más jóvenes y mas vivos que nunca. Las huellas iban dejando un rastro que quizá nunca más volveríamos a trazar. Pero el pasado daba igual ante un momento tan perfecto. Lo más inmediato en que pensábamos era en pisar de nuevo la arena para cerciorarnos de que todavía estábamos en el mundo terrenal. Uno de esos momentos en los que las personas dan gracias por su existencia. O, al menos, deberían. Y eso hago. Doy gracias por tan preciado tesoro.
Mientras tanto, las olas deslizándose por la húmeda arena componían una partitura que nos regalaba los oídos. Una partitura que ni el mejor de los virtuosos de cualquier instrumento de cuerda, viento o percusión sería capaz de diseñar. Y a medida que esta musiquilla se hacía hueco entre nuestras miradas petrificadas, yo coqueteaba con conquistar tu mano casi sin que te dieras cuenta. De repente, nos damos cuenta de que las gaviotas revoloteaban a escasos metros de nosotros como si la magia que reinaba en la atmósfera las atrajera para formar parte de nuestro esporádico escarceo. Testigos de lujo.
¿Por qué -me pregunté yo- el destino me había obsequiado con lo que siempre había soñado? Seguro que esta era la recompensa tras incontables desavenencias con la vida a lo largo de los años y ya nos tocaba sentirme vivo. Sentirme vivo. En ese momento y sin decirlo, nuestras tímidas sonrisas irradiaban plenitud y paz.
¿Qué es un grano de arena en medio de un desierto? O mejor dicho, ¿quién se percata de la existencia de algo tan ínfimo dentro de un mundo en el que aún no se han puesto límites? Al parecer, tú lo has hecho. Has sabido escuchar un secreto a voces. Has sabido verme de entre miles de millones de pequeñas partículas iguales molecularmente, pero tan diferentes unas de otras sobre todo por el brillo que desprenden y con el que podrían llegar a encandilar a un ciego.
Tú y yo, en el momento justo. En medio de un paraíso.
http://www.youtube.com/watch?v=DfZqXLnBYb4

No hay comentarios:
Publicar un comentario